Las tareas incompletas del estado liberal peruano

24.08.2020

OPINIÓN: Las tareas incompletas del estado liberal peruano

Escrito por: 

José Carlos Rosario estudiante de Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo 


Cuando San Martín proclamó la independencia del Perú en 1821 en la Plaza Mayor de Lima, las intenciones que este tenía en mente para el recién formado estado sudamericano diferían mucho de las de sus colaboradores en territorio nacional. Mientras que él, liberal y afrancesado convencido, veía en los terratenientes peruanos, ostentadores del mayor poder político y económico, un lastre para el establecimiento de una forma de gobierno republicano-representativo, prefiriendo por lo tanto la ascensión de un monarca ejecutivo que pudiera mantener a raya los intereses de esta clase feudal; los criollos de la capital, cegados y embriagados por los textos románticos y sentimentalistas de la empresa carrionista de la Abeja Republicana que prometían la llegada inminente de la tan ansiada fórmula francesa de "Liberté, Egalité et Fraternité", pujaron por la adopción de una república al mismo estilo de Bolívar en la Gran Colombia y de Washington en Norteamérica.

Los ganadores de la pugna, para sorpresa de muchos, fueron los criollos, quienes, haciendo gala de su "tacto político" alienaron a los colaboradores más cercanos de San Martín y le declararon la guerra política; cosa que causó que el famoso protector se desentendiera por completo de la política peruana, lo que posteriormente influyó en su tajante decisión de dejarle a Simón Bolívar el relevo para el término de la guerra contra España y volver a su país natal para finalmente reposar de sus grandes y, hasta entonces, exitosas empresas bélicas.

La república, ya sin oposición seria, fue proclamada por la primera Asamblea Constituyente del Perú. Sin embargo, las opiniones del general argentino pronto fueron probadas como justificadas. Ni 6 meses habían pasado de la proclamación y ya estaba en desarrollo el primer golpe de estado militar en la historia del Perú, y todo ello se dio en un sitio que demostraba muy claramente desde dónde el verdadero poder emanaba: el golpe se realizó desde una hacienda llamada Balconcillo.

El problema agrario, como podemos observar, empezaría a constituir una de las tantas cuestiones picantes cuya solución era de vital importancia, pues, si se quería un efectivo funcionamiento de la república liberal, entonces era un quehacer necesario el eliminar el desproporcionado poder que tenía el puñado de familias que ostentaban casi toda la superficie de la tierra arable y repartirlo más bien al pueblo llano y, obviamente, a los burgueses. A pesar de que los franceses, durante su propia revolución, habían dado heroico ejemplo de reforma agraria mediante la decisiva liquidación de sus remanentes feudales; en el Perú todavía era imposible emprender tales acciones, esto fundamentalmente porque tales reformas necesitaban tiempo, paciencia y voluntad; valores que en ese momento histórico, la sangrienta guerra contra los realistas que todavía tenía en sus garras una considerable parte del territorio nacional, no podían permitirse debido a que era de urgencia el establecimiento de la unidad nacional, aunque esta tuviese que incluir a los sectores más retardados de la sociedad.

La república centralista anti-feudal no se dio en Perú como se dio en Chile, Argentina y Uruguay, sino que fue reemplazada, a base de bayonetas y sobornos de la poderosa clase terrateniente, por una república conservadora, agraria y reaccionaria, cosa que más temprano que tarde, demostró ser, como bien había previsto San Martín, tremendo peso para el progreso del país. La democratización y la representatividad solo era posible si la gran masa de ciudadanos eran hombres libres que no dependieran de nadie, cosa que no pasaba así, pues aún había una gran cantidad de braceros y siervos de la gleba que debían rendirle obediencia y pleitesía a sus gamonales, porque, si no, estos eran sometidos a las vejaciones más indignas que un humano pudiera sufrir.

La situación agraria descrita anteriormente es solamente una de las muchas tareas que el estado supuestamente liberal estuvo en incapacidad de atender de manera eficiente en virtud de su naturaleza aristocrática. Recién tuvieron que pasar unos buenos 146 años para recién poder finiquitar de manera parcial, ni siquiera total, el problema de la tenencia de la tierra, y ello bajo un esquema dictatorial y cooperativista, no uno "democrático-representativo" que era el preconizado por los carrionistas peruanos y otras asociaciones afines.

Otra cuestión a solucionar urgentemente fue la de la esclavitud. Aunque al principio, los partidarios de San Martín intentaron poner fin de manera gradual a tal régimen de explotación primitiva mediante la libertad de vientres, luego, durante el gobierno de Bolívar, por presión de los esclavistas, se rectificó tal acción y se continuó como si nada hubiera pasado. Otra vez, tuvieron que pasar casi 30 años para Ramón Castilla y su camarilla de generales y políticos, desesperados por conseguir más popularidad y adeptos para ganar la guerra civil en la que estuvieron embrollados, pusieran punto final a ese capítulo tan degradante de nuestra historia.

El problema religioso, también constituyó una de las espinas que acortaron considerablemente la capacidad reformadora de la joven república. Al contrario que en Francia y las hermanas naciones del sur, donde las órdenes religiosas, debido a su parcialidad para con el feudalismo y el viejo orden, habían sido expulsadas y expropiadas por el gobierno entrante; en el Perú, la iglesia se transformó en uno de los pilares del régimen agrario-descentralista, situación que la hizo eligible para conservar sus antiguos privilegios, o sea, el mantenimiento de su influencia política local, la tenencia de ciertas propiedades agrarias, la exoneración de tributos, y, lo más importante, la continuación de su enseñanza confesional. Todo esto, aparte de ser una actitud en extremo sumisa con respecto a una institución foránea que le era más favorable a los enemigos ibéricos, limitaron las facultades intelectuales de toda la nación, pues, en vez de erigir una educación laica y secular que exalte los valores de la ilustración científica, se dejó carta abierta para que se sigan con las viejas supersticiones católicas y la supresión de cualquier pensamiento heterodoxo. Tal influencia dañina sigue existiendo hasta nuestros días

"La situación agraria descrita anteriormente es solamente una de las muchas tareas que el estado supuestamente liberal estuvo en incapacidad de atender de manera eficiente" 

El sistema electoral, que, siguiendo la línea trazada por los racionalistas e ilustrados europeos, tenía que ser democrático y ostentar un carácter cívico, nunca fue utilizado. En vez de eso, se implantó una suerte de caciquismo electorero y elitista en donde eran solamente las personas que pagaban impuestos los que podían votar, estableciendo un muy explícito privilegio político que duraría hasta el final de la guerra del pacífico.

La política exterior fue paupérrima por decir lo menos. Ni apenas habíamos salido de una guerra emancipadora de una potencia extranjera, nos empezamos a endeudar monumentalmente con los países que nos habían ayudado "desinteresadamente", más específicamente con Inglaterra y la Francia borbónica restaurada, quienes a su vez asumieron un rol protector y de acreedores para con las recién establecidas repúblicas sudamericanas. Durante un muy buen tiempo, estuvimos a la merced de intereses europeos y nunca nos preocupamos de dar inicio a unas relaciones equitativas y de defensa de los intereses nacionales.

Los elementos anteriormente mencionados conjuntamente creaban un contexto totalmente desfavorable para el desarrollo correcto de la nación peruana, más en concreto, para el escenario ideal que era la industrialización. Si hubiera sido posible eliminar, aunque sea, la cuestión agraria, se hubiera liberado una gran masa poblacional que eventualmente hubiera entrado a la competencia comercial y creado un vasto mercado interno con una infinidad de posibilidades y oportunidades para la creación de factorías e ingenios manufactureros que nos hubieran podido hacer llegar al nivel de occidente. Pero no, desgraciadamente el espíritu, las viejas costumbres y nuestro desafortunado lugar geográfico que nos aislaba de los mayores mercados del globo, causaron que se fundiera dentro de la clase dominante un hondo conservadurismo y una tremenda falta de perspectiva de los negocios que mantuvo encerrado nuestras potencialidades una buena parte de nuestra vida republicana.

Qué bueno sería decir que tales críticas ya no tienen validez y que solamente sirven para calificar cualitativamente una época ya pasada del Perú, pero nuestra desgracia es que todavía varios de estos juicios y denuncias todavía siguen vigentes.

En el aspecto económico, hemos pasado de un país agricultor a un país minero. A pesar de que podría argumentarse de que es un cambio relativamente hondo, esto no es así porque aún sigue manteniéndose una característica esencial que es la dominación y dependencia con respecto a los capitales extranjeros, quienes, a las finales son los que dictan nuestra política. El sueño de la industrialización y acumulación liberal ha sido cambiado por una suerte de mercantilismo y laissez-faire descentralizado que gasta lo mejor de nuestro país en el mantenimiento de, muchas veces, improductivas pequeñas y medianas empresas que a su vez generan un ilusorio pero embriagador sentido de la ascensión social.

Ni hablar del agro peruano, donde, a pesar de que ya haberse realizado una ambiciosa reforma agraria y, por lo tanto, haber empezado con el proceso de acumulación de capital, este todavía no genera suficiente competitividad y rentabilidad. Los proyectos iniciales cooperativizadores velasquistas, a pesar de ser muy bien intencionados, tenían problemas de concepción muy graves venidos de sus raíces titoistas yugoslavas, lo que a las finales ocasionó la debilidad de las nuevas empresas agrícolas y que facilitó su eventual destrucción, parcelación y privatización. Actualmente, la mecanización la actividad agricultora es aún menester del futuro pero que no tiene la suficiente atención presente.

En el aspecto religioso, la iglesia católica, y, desde hace un buen tiempo, las nuevas sectas protestantes que han sido establecidas en el territorio nacional, mantienen una grosera influencia sobre la educación y la idiosincrasia peruana. En vez de, otra vez, exaltar valores investigativos y la tecnificación del conocimiento, el gobierno permite el mantenimiento del riguroso sistema eclesiástico-confesional en las escuelas y en la sociedad. Las masas en vez de ser educadas en los diversos y ricos ámbitos científicos que nos permite la modernidad, son educadas bajo el mando de las desfazadas creencias y dogmas fideístas, cuya agenda se apartan totalmente de los objetivos primordiales del progreso y el desarrollo. Y lo peor de todo es que inclusive algunas sectas tienen mayor iniciativa que el supuesto estado liberal peruano en la colonización e integración de la parte amazónica de nuestro país.

Estamos ya cerca de cumplir 200 años de vida independiente, y nuestra evolución socio-política-económica no ha sido la adecuada en absoluto. Estamos muy detrás de países que inclusive tienen el mismo o inclusive menor tiempo de vida gubernamental que nosotros. China, por ejemplo, república fundada recién en 1949, en solamente 70 años ha logrado superar heroicamente a toda Sudamérica y reformar su inerte e inútil sistema imperial en una activa máquina de éxito y cooperación. El modelo que funcionó para Europa y Estados Unidos no ha funcionado para nosotros, y eso nos da un norte, nos da una sola y única conclusión: que debemos buscar alternativas verdaderamente eficaces a nuestro actual sistema y emprender las tareas incompletas de un estado liberal sin ser a la vez uno, pues, estas son tareas históricas que deben ser liquidadas para poner en orden y actualizar nuestra sociedad; de lo contrario seguiríamos siendo lo que somos: un país tercermundista bajo dominio internacional cuyo destino es el atraso y la sumisión perpetua.

"Estamos muy detrás de países que inclusive tienen el mismo o inclusive menor tiempo de vida gubernamental que nosotros. China, por ejemplo, república fundada recién en 1949, en solamente 70 años ha logrado superar heroicamente a toda Sudamérica" 

Escrito por: 

José Carlos Rosario

Estudiante de derecho - UNT 

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